martes, 31 de marzo de 2015

El Evangelio Esenio de la Paz

La leyenda de los manuscritos




El evangelio de la paz apareció en el siglo IV d. C. cuando una comunidad de anacoretas del desierto de Calkis entregó a San Jerónimo varios manuscritos escritos en arameo, quien aprendió hebreo y arameo para realizar la tarea de traducción. Aquellos manuscritos revelaron supuesta mente enseñanzas desconocidas de Jesús de Nazaret.
El conjunto de manuscritos, conocido como el Evangelio Esenio de la Paz, fue a pasar presuntamente a los archivos del Vaticano y a las manos de San Benito quien, conmovido por su doctrina, creó una orden inspirada en ella (orden de los benedictinos). Sin embargo habrían de pasar varios siglos antes de que viesen la luz. Fue de la mano del lingüista, filósofo, psicólogo Edmond Székely con una primera traducción al francés en 1925.

Contenido
En ellos se encuentra un mensaje sorprendente y desconocido de un Jesús cercano al hombre de nuestros días, conmovido por la Naturaleza y la Conciencia Global. Algo nuevo respecto de los evangelios canónicos y que sin embargo resulta muy familiar.

Jesús sería el maestro que instruye sobre alimentación, recomendando dietas y ayunos purificadores, que habla de higiene corporal, del respeto a la Vida y de la Madre Terrenal que a todos no acoge:

“Pues en verdad os digo que de una misma madre procede cuanto vive en la Tierra. Por tanto, quien mata, mata a su hermano y la carne de las bestias muertas en su cuerpo, se convertirán en su propia tumba. Pues en verdad os digo que quien mata se mata a a si mismo y quien como la carne de bestias muertas, come el cuerpo de la muerte”.
Naturaleza, Ángeles y salud.



El Maestro fundamenta sus palabras en el mandato divino: “…igual que a ellos he dado toda la hierba verde, así os doy a vosotros su leche. Pero no comeréis carne ni la sangre que la aviva (…) Y vuestros cuerpos se convierten en los que son vuestros alimentos, igual que vuestros espíritus se convierten, así mismo, en lo que son vuestros pensamientos. No comáis nada que el juego, el hielo o el agua haya destruido, pues los alimentos quemados, helados o corrompidos, quemarán, helarán y corromperán vuestro cuerpo también”.

Según narra el citado evangelio, alguien preguntó: ¿Cómo hacer nuestro pan diario sin juego Maestro? A lo que Jesús respondió: “Dejad que los ángeles de Dios cuezan vuestro pan: Humedeced vuestro trigo para que el ángel del agua lo penetre: ponedlo entonces al aire para que el ángel del aire lo abrace también y dejadlo de la mañana a la noche bajo el sol, para que ángel de su luz descienda sobre él.

Y la bendición de los tres ángeles hará pronto que el germen de la vida brote en vuestro trigo. Así comed siempre de la mesa de Dios los frutos de los árboles, el grano y las hierbas del campo, la leche de las bestias y la miel de las abejas. Todo más allá de esto es Satanás y lleva por los caminos del pecado y la enfermedad hacia la muerte”.

Purificación del cuerpo y el espíritu

Otra parte del evangelio se basa en recomendaciones para purificar el cuerpo y el espíritu con indicaciones sobre el beneficio del ayuno y de los lavados intestinales:

“Si dejáis que la palabra y el poder del Dios vivo penetren en vosotros, no profanéis vuestro cuerpo y vuestro espíritu, pues el cuerpo es el templo del espíritu y el espíritu es el templo de Dios (…) En verdad os digo que, a no ser que ayunéis, nunca os librareis del poder de Satanás y de todas las enfermedades que de él vienen:

Buscad el aire fresco del bosque y de los campos y en medio de ellos hallaréis el ángel el aire. Inspirad entonces larga y profundamente para que el ángel del aire penetre en vosotros. Pues en verdad os digo que sagrado es el ángel del aire que limpia cuanto está sucio y confiere a lo maloliente un suave perfume. Después buscad que el ángel del agua abrece todo vuestro cuerpo pues expulsará de vuestro cuerpo toda impureza por fuera y por dentro.




Dejad que el ángel del agua os bautice por dentro; buscad una ancha calabaza, colgarla de la rama de un árbol para que el agua fluya a través de vuestros intestinos…dejad después que el agua salga de vuestro cuerpo y se lleve consigo todas las impurezas. Renovad vuestro bautismo con agua mientras dure vuestro ayuno. Y este bautismo sagrado por el ángel del agua supone renacimiento a la nueva vida. Los ángeles del aire, del agua y de la luz del sol son hermanos.

Yo os digo, hijos del hombre, honrad a vuestra Madre Terrenal y guardad todas sus leyes para que sean largos vuestros días en esta tierra, y honrad a vuestro Padre Celestial para que sea vuestra en los cielos la vida eterna. Y vuestros hermanos son aquellos que hacen la voluntad de vuestro Padre Celestial y de nuestra Madre Terrenal, y no vuestros hermanos de sangre”.

Madre Terrenal y doctrina

En esta parte del “evangelio”, alguien preguntó al supuesto Jesús quien era la Madre Terrenal, contestando con una doctrina que parece formulada desde la concepción actual de Gaia:

“Vuestra Madre está con vosotros y vosotros en ella. Fue ella quien os dio vuestros cuerpos, y a ella se lo devolveréis de nuevo algún día. La sangre que en nosotros corre ha nacido de la sangre de nuestra Madre Terrenal. Su sangre se derrama de las nubes, emana del seno de la tierra, espumea en los arroyos de las montañas, duerme en los lagos y se enfurece poderosa en los mares. El aire que respiramos ha nacido del aliento de nuestra Madre Terrenal. Su aliento es azul en las alturas de los cielos, revolotea en lo alto de las montañas y susurra entre las hojas del bosque. La dureza de nuestros huesos ha nacido de las piedras y de las rocas.

La luz de nuestros ojos y el oír de nuestros oídos nacen de los colores y de los sonidos de nuestra Madre Terrenal, que nos abraza como las olas del mar al pez o con el aire arremolinando a las aves. Sois uno con la Madre Terrenal; ella está en vosotros y vosotros en ella. De ella nacisteis y en ella vivís. Guardad, por tanto, sus leyes pues nadie puede vivir mucho ni ser tampoco feliz, sino quien honra a su madre y cumple sus leyes, pues vuestra respiración es su respiración, vuestra sangre, su sangre, vuestros huesos sus huesos, vuestra carne su carne y vuestros ojos y oídos, sus ojos y oídos”.

Refutación de los textos escritos

Alguien preguntó a sobre cuáles eran las leyes de la vida. La respuesta fue:


“No busquéis la ley en vuestras escrituras, pues la ley es la vida. Dios no escribió las leyes en las páginas de los libros, sino en vuestro corazón y en vuestro espíritu. Se encuentran en vuestra respiración, en vuestra sangre, en vuestros huesos, en vuestra carne y en cada pequeña parte de vuestro cuerpo. Están presentes en el aire, en el agua, en la tierra, en las plantas, en las profundidades y en las alturas. Todas esas cosas os hablan para que entendáis la lengua y la voluntad del Dios vivo. En verdad os digo que las escrituras son obra del hombre, mientras que la vida entera es obra de Dios”.




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